sábado, 10 de noviembre de 2007


Cualquier manifestación, cualquier intención despectiva de ver la inverosimilitud e irrealidad de estos hechos parece inútil ante esta urgencia de sentirse parado y no ahogarse en las profundidades del dulce y tranquilizante mar, que nos dosifica.
No me ahogué, apenas salido del tumulto, de la inminente muerte, rearme mis carpas con palos de madera y escribí mis leyes en la arena, orando para que el viento no las borre.




Miles de islas como la mía, escondidas,
Celosas se guardan, sin dejarse contemplar.
La muerte y la vida, amamos el mar.
Temible el viento, se lleva el final.

Capte la luz y escribí en la arena,
Digerí las piedras y limé asperezas.
El viento mi guarida volvió a destrozar,
Otra elección que se tomo mal.

Ladrones se esconden bajo las piedras,
El mar las moja y el tiempo las seca.
Mi cuerpo envejece y quiero moverme,
Se hunde la isla y no puedo moverte.

Capte la luz y escribí en la arena,
Digerí las piedras y limé asperezas.
El viento mi guarida volvió a destrozar,
Otra elección que se tomo mal.

Los barcos vienen al amanecer,
Sus capitanes me vienen a ofrecer,
Que del mar quieren salvarnos.
Si llevo mas tripulantes a su barco.


Los conceptos se alteran, marea alta,
mi sombra te extraña, muerta.
Recorro el archipielago y te hablo,
Vuelvo solo, elijo descansar.

Mejoro y descanso, tempestad ciclica...